domingo, 3 de agosto de 2008

La hora de la verdad

Análisis
Por Sebastián Echeverría

A tan solo cinco días para el comienzo de los Juegos Olímpicos de Beijing, la Selección Nacional de básquetbol culminó la serie de partidos amistosos de cara al gran desafió, “defender de la medalla dorada obtenida hace ya cuatro años en Atenas, Grecia”.

La preparación tuvo vaivenes y más dudas que certezas. Existieron innumerables problemas para tener el equipo completo al comenzar la concentración en nuestro país. Vale recordar las lesiones de Emanuel Ginóbili, Antonio Porta, Fabricio Oberto y Leonardo Gutiérrez, esto sumado a la no participación de Carlos Delfino de los primeros juegos amistosos, por no tener fichaje en algún club provocaron los primeros obstáculos que Sergio Hernández debió sortear al principio del trabajo.

En la Argentina hubo cuatros partidos e igual cantidad de triunfos, con rivales de bajo nivel, tales los casos de Polonia, México -en dos oportunidades- y Uruguay. Ya en suelo europeo llegó lo peor. Derrota ajustada contra España y dos palizas en el triangular de Orense con Lituania y España respectivamente, encuentros en los que Argentina evidenció preocupantes síntomas de mal juego.

Luego de una profunda autocrítica y con frases como la de Ginóbili “jugando de esta manera estamos lejos de una medalla” el equipo nacional comenzó (ya con el plantel completo) a tratar de mejorar en las facetas claves de su juego. Esto sirvió para conseguir triunfos en el Diamond Ball frente a Irán, Serbia y Australia. Victorias que sirvieron en lo anímico, a pesar de mostrar todavía grandes problemas para la marca.

A simple vista, la realidad muestra que nuestro equipo tiene menos recambio que en Grecia. A saber: en la base Pablo Prigioni tendrá que afrontar gran parte de los juego como conductor y hasta el momento se lo observó lejos de su mejor nivel. En cuanto a los perimetrales, Ginóbili es el arma más importante, pero de a poco se reencuentra con su juego. Delfino y Nocioni parecen estar bien, aunque irregulares en sus actuaciones. En esas posiciones, algo positivo es la grata sorpresa Paolo Quinteros que está derecho en ofensiva, aunque otorga ventajas de centímetros en defensa. Bajo el cesto el recambio es casi nulo. Al parecer Román Gonzáles y Juan Gutiérrez no verán mucha acción y al parecer no están a la altura de un nivel olímpico. Oberto de a poco esta entendiendo que no es un jugador de rol como en los Spurs y que debe tomar mayores decisiones en ofensiva. Cerca del canasto Argentina muestra a su mejor jugador hasta el momento. Luis Scola es lejos el más importante en la preparación y el que saca siempre la cara por el equipo, como lo demostró en el preolímpico de Las Vegas.

La hora de la verdad llegó. Argentina es candidata a la medalla de oro. Premio que también buscan Estados Unidos, Lituania, Rusia, Grecia, y España. El seleccionado de nuestro país apostará a su corazón y quizás a los arrestos individuales de un grupo de jugadores que parece, no se permiten fracasar.

Esperemos que los vedetismos queden de lado y que a pesar que es casi un secreto a voces que existe una relación algo tirante entre jugadores y entrenador, esto no influya en el campo y nuestra selección mantenga al básquet argentino al menos en algún escalón del podio olímpico.